En su aspecto filosófico, la realidad del arte dionisíaco tiene consecuencias que exceden la realidad meramente humana. Sin embargo, existe una graduación en la profundidad que permite al actor aproximarse a los abismos del ser gradualmente sin dañarse. El proceso lleva tiempo, disciplina y esfuerzo; y el modo correcto de enfrentar esta tarea es despojándose de cualquier tipo de absolutismo. De modo tal que un logro pequeño, no deje de ser un logro, aunque en ese acto no alcancemos la realidad celeste en su pureza más diáfana.
El trabajo ha de afrontarse conociendo la estructura de la naturaleza y siendo consecuente con su realidad analógica. Un principio de la antigua filosofía hermética dice que así como es arriba, es abajo. Con esto da a entender muchas cosas, pero en este caso significa que aunque la realidad celeste no pueda hacerse presente en toda su pureza, sí lo puede hacer de manera analógica. El universo entero está conformado por tres principios: el espíritu, la materia, y la energía. Todos los seres están conformados por estos tres principios, solo que en diferentes proporciones. Los seres divinos están conformados de una materia más espiritual que los seres humanos, pero aún así tienen materia. El trabajo del actor, no es otra cosa que un trabajo de alquimia interior, donde el objetivo es hacer de este cuerpo de tierra un cuerpo de oro, donde el espíritu se exprese de forma más luminosa, expandiendo la conciencia al universo total, y unificando al ser con su primera esencia trascendente. Esto puede llevar mucho tiempo, pero sin embargo en el trabajo diario, es posible experimentar la transmutación dela conciencia y sentir, en el propio ser como ese abismo que antes parecía insondable y peligroso, de un día para otro se torna familiar y amigable, para dejar paso a otro abismo tenebroso, que amenaza con destruirnos, y sin embargo, pasado un tiempo, quizás más largo, aparece a su vez como un pequeño valle apacible y luminoso. Este es el modo en que la conciencia se transmuta de un estado a otro, accediendo imperceptiblemente, cada vez a una realidad más profunda y real. Las consecuencias de esta faena son un alejarse cada vez más de los mandatos sociales, para entrar gradualmente en una legalidad natural, cuyos designios no vienen impuestos desde el exterior, sino que surgen espontáneamente desde el interior de cada ser humano.
Por eso si bien el objetivo final de este arte es la purificación del espíritu y el reencuentro con la experiencia extática de la unidad universal; el actor en trabajo diario puede ir alcanzando objetivos parciales, ya que este largo proceso es lento y gradual, por lo cual la simpleza de una obra de teatro basta para conectarnos con este objetivo final de trascendenciaespiritual. Los pequeños objetivos, hacen a los grandes objetivos, y del mismo modo, las pequeñas obras, hacen a la gran obra. La piedra filosofal, sepulta en lo profundo del alma, reluce tenuemente con cada ensayo. Y con el tiempo, del mismo modo que el mar desgasta las rocas de la costa, el acto dramático del artista hará que los velos caigan y los resplandores de esta misteriosa piedra, salgan a la luz mostrando nuevos y desconocidos senderos para transitar.
En la antigua Grecia, mucho antes de que Atenas sea el centro neurálgico de la ciencia y el arte, los ritos en honor a Dionisios ya eran celebrados. Los rituales se realizaban de noche, en medio del bosque a la luz de la luna llena. La danza, la música y el vino formaban el trípode básico a partir del cual se hacían estasreuniones. El motor de todas esas orgías era la celebración de la unidad universal, en consonancia con la muerte y la resurrección de Dionisios.
Esta primitiva celebración se fue transformando hasta adoptar la forma de lo que aquí se conoció como el teatro griego, tanto es su aspecto de tragedia como de comedia. Derivaciones estas de la liturgia dionisíaca, porque en este tiempo primitivo, en muchas ocasiones los participantes embriagados por el soplo divino del dios, incurrían en los actos más violentos, llegando incluso al desmembramiento de algunos de los participantes. La comedia se deriva del aspecto festivo de este antiguo rito, y la tragedia del aspecto más oscuro del mismo. Digamos que antiguamente, la liturgia dionisíaca comenzaba como comedia, pero muchas veces terminaba como tragedia.
Aquí reside justamente el secreto de la liturgia dionisiaca. Porque si bien, los documentos que se conservan del pasado, nos dan una idea de cómo se realizaban los rituales en aquella época primigenia; y más acá en el tiempo aun se conservan tragedias y comedias enteras, eso no basta para que nosotros, sepamos a ciencia cierta cómo ha de realizarse el ritual. Es decir: de nada sirve repetir una ceremonia antigua, porque quizás fueron efectivas en esa época, pero nada nos asegura que lo serán ahora. Es más, cabe pensar que no han de serlo, porque un ritual debe expresar algo real, y por lo tanto presente.
De modo que es necesario actualizar la liturgia a la forma contemporánea. Porque si es necesario que el teatro exprese una realidad interior, esa realidad debe pertenecer al presente. Por lo tanto no sirve de nada interpretar Las Bacantes de Eurípides, con la intención de respetar los códigos de la antigua Grecia, sino que más bien en todo caso, lo más real sería reinterpretar Las Bacantes con un lenguaje actual e imbuida de contemporaneidad.
Es que la sociedad cambia, y el ser humano junto con ella se transforma, y si el teatro ha de expresar la realidad, debe pues expresar la realidadde su época.
Por otra parte, si bien hay cosas que cambian, hay otras que permanecen, como por ejemplo el baile, el canto y el vino. Son esas las herramientas arquetípicas de este ritual perpetuado en el tiempo, los elementos esenciales de la liturgia, de los que sí podemos valernos al momento de realizar una puesta en escena, bajo este concepto teatral.
Hay en el ser humano un aspecto efímero y otro sempiterno. El uno pertenece al campo de lo social, en su aspecto externo, y el otro al campo individual en su aspecto interno. La música es parte de la naturaleza y siempre estuvo presente en la vida de la humanidad, lo mismo el canto. Y esta es la liturgia dionisíaca esencial: cantar y bailar en honor al dios. Simplemente eso. Esta acción nos lleva gradualmente, tras la repetición, a un trance divino donde comienzan a surgir cosas, sensaciones, pensamientos que antes no existían y que imprevistamente se presentan. El solo acto de cantar y bailar cambia la frecuencia consciente del actor, y poco a poco este se va sumergiendo en un mundo desconocido. Esto que parece tan simple, es sin embargo profundo, pues lleva al actor a un nuevo estado de conciencia relacionado con el peregrinaje de Dionisios por el mundo. Pues cada uno, luego de experimentar en sí mismo la escisión con el mundo, con los otros y con uno mismo, emprende el viaje de regreso a la unidad, valiéndose de las herramientas esenciales que tiene a su alcance: el canto y la danza. No es sino su propio ser, que le sirve para expresarel dolor de su desmembramientoy la inocente alegría de sentirse cerca de la primitiva unidad del universo. En este punto es que aparece dentro de la liturgia el papel central del vino divino, ya que la fabricación del vino, está estrechamente relacionada con el ceremonial dionisíaco. Hacer una obra de teatro es como hacer vino. Hay un paralelismo, que en la antigüedad tenía que ver con los rituales ejercidos por los sacerdotes, ya sea a nivel individual como grupal, y que en la actualidad tiene que ver con el teatro, debido a que tanto en uno como en otro, lo que se pretende es obtener un estado de éxtasis, que libere a la conciencia de las ataduras sociales de su tiempo y lo acerque a otra realidad, más próxima a la naturaleza de los dioses. En la antigüedad esta forma liberadora era el ritual, que bajo la metáfora del vino aproximaba a los participantes a esa realidad ultraterrena. En la actualidad esa forma liberadora es el teatro, desde un enfoque sagrado de este arte. El punto central de todo esto, es el desconocimiento del método de creación que permita fabricar el vino de los dioses, y que es justamente lo que el actor debe descubrir, puesto que los métodos utilizados en otra época sirvieron para esa época, pero los métodos de esta época aun no se han descubierto. Es cierto que hay un referente, una tradición, un registro del pasado que sirve como guía, pero solo son eso: una guía, ya que el presente es preciso captarlo de manera actual. Por lo tanto el actor tiene todo por descubrir, porque la liturgia que descubra será una liturgia propia de él y del grupo dentro del cual él esté trabajando, ya que este arte requiere que sea totalmente particular, y cada trabajo algo específico de la realidad de cada uno. Hay conceptos generales, prácticas y ejercicios que pueden realizarse en diferentes grupos y personas, y de hecho un estudio estadístico daría como resultado numerosos casos de repetición de conducta en diferentes individuos y grupos. Pero eso pertenece al campo de lo racional y lo meramente social. Es el ámbito del conductismo en base al cual se elaboran todo los productos comerciales del mercado. Pero esta forma sagrada de búsqueda artística, está diametralmente opuesta a ese camino, ya que justamente lo que busca es lo particular, lo único, lo que no se repite, lo que es propio de cada uno, pues ese es el portal a la dimensión de la unidad cósmica.
Paradójicamente la sociedad al manejarse de forma conductista, hace que la mayoría de las personas actúen del mismo modo y en vez de unificar, divide; ya que los modelos que ella fabrica con su discurso son modelos escindidos, sujetos parecidos, alejados en principio de la naturaleza, luego del otro y por último de sí mismos. Por eso al explorar el mundo interior comienzan a evidenciarse los mecanismos de repetición aprendidos en la sociedad. Y una vez que el actor comienza a hacer consciente esa realidad mecánica dentro de sí, da el primer paso en el camino a la unidad primitiva, ya que en principio debe alcanzar la unidad en sí mismo, para poder luego experimentar la unidad en el universo.
Este descubrimiento de la propia unidad, es un proceso de desenmascaramiento, en el cual el actor se va despojando de los cliches, y de todo tipo de artificio que nublan su esencial unidad; por lo cual esta se convierte para él en una especie de desnudez, en la cual queda expuesto ante sus pares. Y aunque esto pueda traerle consecuencias traumáticas, el vacío que se va generando dentro suyo, se va convirtiendo poco a poco, en una especie de fortaleza que lo inmuniza contra los prejuicios morales de su época, y lo sitúa en una posición más favorable para trascenderse a sí mismo.
Actuar sin estar condicionado por los dictados morales de la sociedad, es fundamental en este teatro, ya que es el único modo de lograr la despersonalización necesaria para alcanzar el éxtasis, y así fabricar el vino para beber de la copa de Dionisios.
El último paso es la unidad cósmica, lo cual requiere de un esfuerzo sobrehumano literalmente. Y este aspecto debido a la profundidad que encierra, queda por el momento en el plano de la conjetura, pues de realizarse de manera completa, implicaría que el actor partícipe del ritual, abandone su cáscara humana y pueda identificarse, por medio su total vacuidad, con la prístina esencia deluniverso, lo cual le permitiría acceder en conciencia al plano de lo desconocido. Presumiblemente esta identificación última, traería como consecuencia la trascendencia del espíritu a otros planos de lo real; a una dimensión diferente cuya realidad no podría siquiera ser captada por los parámetro del ser o el no ser, ya que trasciende cualquier tipo de dualidad.
De modo que la liturgia dionisíaca, tiene como fin el despojamiento total de lo superficial en el ser humano, para llegar a un vacío esencial, que es una especie de desnudez dramática, en donde el actor situado más allá de cualquier tipo de dualidad, se expande y accede a otro plano de la realidad, desconocido hasta ese momento.
La forma en que se dé esta liturgia es indefinida, y cobra realidad en el trabajo concreto del grupo, pues al buscar la unidad, trabajan sobre lo individual, y en la medida en que así lo hacen, reencuentranel sendero hacia la unidad primera. Lo que sí es algo definido es la práctica esencial de este ritual, que es el canto y el baile que permiten expresar la realidad interior, utilizando estas facultades dramáticas,para correr los velos que mantiene al actor ciego ante la unidad. Este, al bailar y al cantar se va despojando de todo lo que le impide alcanzar las esferas celestes de los dioses, y de esta liturgia surgen alternativamente la comedia y la tragedia. Porque el despojarse provoca un trágico desgarramiento interior, pero el haberse librado de la carga genera un regocijo de alegre comedia.
El actor dionisíaco se adentra en un mundo de opuestos, y lo hace internándose de lleno, pues es la única manera de acceder al tercer estado de la conciencia, que es el trascendente. Al penetrar en este camino comienza a vislumbrar que la risa y el llanto forjan los límites de su moral, aprendida en la sociedad. Comienza a experimentar estos dos estados como arquetipos de la humanidad que hay en él, y a través del trabajo sobre estos dos modos de ser comienza a descubrir el horizonte que debe atravesar. Y llegado a este punto se adentra en un mundo desconocido, que es el nivel donde los opuestos reabsorben en la unidad. Y es aquí cuando los parámetros de bien y mal, y en sí todos su referentes polares, se desvanecen dando paso a una nueva forma de actuar, que consiste en hacer lo necesario a partir de la situación planteada en el aquí y ahora. Lo abstracto de esta situación se debe a que la realidad se relativiza a punto tal, que la corrección de un acto se define por su profundidad y su sinceridad.
Bailar, danzar, y fabricar el vino espiritual. He ahí la liturgia dionisíaca en su prístina esencia. La forma concreta que tome se determinará siempre en el caso grupal, individual y puntual. Pero lo central es poder acceder, por medio del trabajo constante a la raíz de todo esto, para lo cual hacen falta de manera imprescindible tres pilares que sostengan el trabajo diario: ética, disciplina y paciencia.